Desde el año 1995, hace su aparición la soja transgénica, provocando una verdadera explosión en el área sembrada con esta oleaginosa. A partir de allí se suceden problemas para el medio ambiente, alteraciones de la salud, en lo reproductivo, y un panorama futuro preocupante para los agricultores.
Su transgenicidad, lograda a través de la inclusión, por ingeniería genética, de un gen derivado de la caléndula, la hace resistente al glifosato, un herbicida de alta potencia que suprime todas las malezas que compiten por los nutrientes del suelo
Desde entonces empieza generarse un monstruo de tremenda perversión y de muy difícil manejo.
La soja transgénica es agroquímico-dependiente. No se sostiene su desarrollo sin cantidades cada vez mayores de venenos herbicidas e insecticidas, provocando el primero de los problemas que preocupan: sus efectos sobre el medio ambiente.
La soja transgénica tiene un efecto determinante sobre la economía particular del agricultor, pero también sobre la nacional.
Nadie advierte a este productor que su soja transgénica es casi maldita en Europa, en China, en Africa, en Medio Oriente; nadie quiere acallar el hambre con un producto que no es para consumo del pueblo.
La salud de nuestra gente se va a ver perjudicada. Por la constante exposición a productos que matan hierbas, insectos, peces…
Y peor aún por los efectos del consumo del poroto de soja transgénica como si fuera un alimento en lugar de ser un inhibidor de la absorción de hierro que le vamos a dar a niños anémicos provocando un déficit evolutivo intelectual irreversible y una dosis de símil hormona femenina que administrada por debajo de los dos años va a provocar un desbalance sumamente peligroso en esa edad.
Salud seriamente perjudicada, economía destruida, medio ambiente severamente dañado es la trilogía que, como herencia a las futuras generaciones va a producir la soja transgénica.
Fuente: La salud y el problema de la soja por Dr. Darío Gianfelic
Si la medida Acta sobre el Derecho a Conocer los Alimentos Transgénicos, que será sometida a votación en noviembre, es aprobada, California se convertirá en el primer estado de la nación en exigir que los alimentos transgénicos sean etiquetados como tales en sus envases.
Ya se han redactado varias leyes sobre etiquetado que nunca lograron llegar a la Comisión legislativa.
Incluso el propio Congreso de los Estados Unidos lleva recibiendo desde 1999 una serie de intentos esporádicos e infructuosos sobre el etiquetado de este tipo de alimentos.
Eligen los votantes, no los políticos
Por primera vez, serán los votantes y no los políticos quienes decidan, un hecho que tiene verdaderamente preocupada a la industria de la alimentación, según una encuesta, uno de cada cuatro estadounidenses está convencido de que los transgénicos son «básicamente seguros», con una gran mayoría que quiere que se etiqueten distinguiéndolos con esta denominación.
El 89% de los republicanos y el 90% de los demócratas se muestran a favor de que los alimentos alterados genéticamente sean etiquetados específicamente, como ya ocurre en 40 naciones europeas, en Brasil e incluso en China.
Europa, muy por delante
Mientras que en los Estados Unidos el 70% de la comida que se vende en los supermercados contiene algún tipo de organismo genéticamente modificado, en Europa, ese número es aproximadamente el 5% y además va en disminución cada año.
La diferencia radica en una serie de leyes europeas que obligan a la industria a especificar en las etiquetas si un alimento contiene incluso rastros de plantas modificadas genéticamente (normalmente maíz o soja).
Ante la duda…escepticismo
Actualmente no existen evidencias comprobadas de que el hecho de comer alimentos modificados genéticamente pueda producir algún tipo de impacto perjudicial para la salud pero la realidad es que los consumidores estadounidenses son muy escépticos en este sentido, argumentando que “si en toda Europa se etiquetan estos alimentos, ¿por qué aquí no se hace?”.
Cultivo de Soja = Deforestación.
La pérdida de suelos alcanza las 16 toneladas por hectárea en el medio oeste de Estados Unidos, una tasa que podría llegar a entre 19 a 30 toneladas por hectárea en Brasil o Argentina, en función del manejo, la pendiente del suelo o el clima.
La monocultura sojera en gran escala ha inutilizado los suelos amazónicos. Además, en lugares con suelos pobres, después de 2 años de agricultura, se necesitan aplicar intensamente fertilizantes y piedra caliza.
En Argentina, la intensificación de la producción sojera, ha facilitado la extracción, sólo en el año 2003, de 1 millón de toneladas de nitrógeno y alrededor de 227 mil de fósforo.
El resultado es un aumento en el uso de agroquímicos, los que por supuesto luego de un tiempo ya dejan de ser efectivos, debido a la aparición de resistencia o trastornos ecológicos típicos de la aplicación de pesticidas.
¿Cura o enfermedad?.
En 1995, los analistas daban un valor de mercado para los cultivos tolerantes a herbicidas de US$75 millones que ascendieron a 805 millones en el año 2000 (610% de aumento).
Globalmente, en 2002 las sojas resistentes al glifosato ocupaban 36.500.000 hectáreas, lo que la ubicaba en el primer lugar de los cultivos transgénicos en términos de área sembrada.
La resistencia a los herbicidas se convierte en un problema complejo, cuando el número de modos de acción herbicida a las cuales son expuestas las malezas se reducen más y más.
Las compañías biotecnológicas argumentan que cuando los herbicidas son aplicados correctamente no producen efectos negativos ni sobre el hombre ni sobre el ambiente.
Los cultivos transgénicos a gran escala, favorecen aplicaciones aéreas de herbicidas y muchos de sus residuos acumulados afectan a microorganismos como los hongos micorríticos o la fauna del suelo. Pero las compañías sostienen que el glifosato se degrada rápidamente en el suelo y no se acumula en los alimentos, agua o el propio suelo.
Soja Transgénica
Por Miguel A. Altieri y Walter A. Pengue
Por noveno año consecutivo la industria biotecnológica y sus aliados festejan una continua expansión de los cultivos transgénicos, que llegó a una tasa del 20%, superando incluso la de 2003 de 15%.
Resaltan que los cultivos transgénicos han traído beneficios a los consumidores y a la sociedad en su conjunto, al brindar comidas mejor elaboradas, alimento y fibras que requieren menos agroquímicos, por tanto un ambiente más sustentable.
La expansión del complejo sojero está acompañada por un aumento importante de la logística y el transporte, junto con grandes proyectos de infraestructura que conllevan a una cadena de eventos que destruyen los hábitats naturales de grandes áreas, además de la deforestación directamente causada por la expansión de tierras para el cultivo de soja.
En Brasil, los beneficios de la soja justificaron la refacción, mejora o construcción de 8 hidrovías, 3 líneas ferroviarias y una extensa red de carreteras que traen insumos agropecuarios y se llevan la producción agrícola.
El proceso atrajo a otras inversiones privadas para la forestación, minería, ganadería extensiva y otras prácticas con severos impactos sobre la biodiversidad, aún no contemplados por ningún estudio de impacto ambiental.
Expulsión de pequeños agricultores y pérdida de la seguridad alimentaria
La expansión sojera conlleva a extremar la demanda por tierras y a una concentración de los beneficios en pocas manos. En Brasil, el modelo sojero desplaza a once trabajadores rurales por cada uno que encuentra empleo en el sector.
En Argentina, la situación es bastante dramática ya que mientras el área sembrada con soja se triplicó, prácticamente 60.000 establecimientos agropecuarios fueron desapareciendo sólo en Las Pampas.
La soja transgénica y el glifosato se han instalado como insumos estratégicos para el país, los agricultores quedaron atrapados, ya que la multinacional está presionando al gobierno, haciendo reclamos por el pago de sus derechos de propiedad intelectual.
Monocultura sojera y vulnerabilidad ecológica
El 25% del total de agroquímicos consumidos en Brasil se aplican a la soja, la que recibió en 2002 alrededor de 50.000 toneladas de pesticidas. Mientras el área sojera se expande rápidamente también lo hacen los agroquímicos, cuyo consumo crece a una tasa del 22% anual.
Los promotores de la biotecnología argumentan que con una sola aplicación del herbicida es suficiente durante la temporada del cultivo, por otro lado comienzan a presentarse estudios que demuestran que con las sojas transgénicas se incrementan tanto el volumen como la cantidad de aplicaciones de glifosato.
Consideraciones ecológicas
En 1995, los analistas daban un valor de mercado para los cultivos tolerantes a herbicidas deUS$ 75 millones, que ascendieron a 805 millones en el año 2000.
A medida que aumenta la presión de la agroindustria para incrementar las ventas de herbicidas y se incrementa el área tratada con herbicidas de amplio espectro, los problemas de resistencia se exacerban.
La resistencia a los herbicidas se convierte en un problema complejo cuando el número de modos de acción del herbicida a los cuales son expuestas las malezas se reducen más y más.
Las investigaciones han demostrado que el glifosato parece actuar de manera similar a los antibióticos en la alteración de la biología del suelo por un camino desconocido y produciendo efectos como:
– reducción de la habilidad de las sojas o el trébol para la fijación de nitrógeno;
– tornando a plantas de poroto (frijol) más vulnerables a las enfermedades; y
– reduciendo el desarrollo de hongos micorríticos, que son una puerta de acceso a la extracción de fósforo del suelo.
Conclusiones
La expansión de la soja en América Latina representa una reciente y poderosa amenaza sobre la biodiversidad del Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay.
La soja transgénica es ambientalmente mucho más perjudicial que otros cultivos porque además de los efectos directos derivados de los métodos de producción, principalmente del copioso uso de herbicidas y la contaminación genética, requiere proyectos de infraestructura y transporte masivo (hidrovías, autopistas, ferrovías y puertos) que impactan sobre los ecosistemas y facilitan la apertura de enormes extensiones de territorios a prácticas económicas degradantes y actividades extractivistas.
La producción de sojas resistentes a los herbicidas conlleva también a problemas ambientales como la deforestación, la degradación de suelos, polución con severa concentración de tierras e ingresos, expulsión de la población rural a la frontera amazónica o áreas urbanas, fomentando la concentración de los pobres en las ciudades.
Entre los múltiples impactos de la expansión sojera se destaca la reducción de la seguridad alimentaria de los países productores al destinarse a su cultivo la tierra que previamente se utilizaba para la producción lechera, granos o fruticultura.
Mientras estos países continúen impulsando modelos neoliberales de desarrollo y respondan a las señales de los mercados externos (especialmente China) y a la economía globalizada, la rápida proliferación de la soja seguirá creciendo y, por supuesto, lo harán también sus impactos ecológicos y sociales asociados.
Alimentos Transgénicos
La Comisión Europea acaba de aprobar diversos cultivos genéticamente modificados, dando prioridad a las ganancias de los grupos de presión relacionados con los cultivos transgénicos por encima de las preocupaciones ciudadanas. El 60% de los europeos creen que es necesaria más información fiable antes de permitir el cultivo de productos que podrían amenazar nuestra salud y nuestro medioambiente.
Pero una nueva iniciativa permite que un millón de ciudadanos europeos presenten solicitudes oficiales a la Comisión Europea. Reunamos un millón de voces por la prohibición de transgénicos mientras no se realicen las investigaciones necesarias.
Fuentes